jueves, 1 de marzo de 2018


LA MANO MANCHADA


La noche del velatorio la gente charlaba animadamente,
comía y hasta contaba chistes con cierto tono
subido. Y como era menester, de tanto en tanto, alguno
se acercaba al ataúd aún abierto para contemplar por
última vez a Julita y echar unos lagrimones. En un velatorio
las lágrimas no pueden faltar.

Emilio servía bocaditos y algún licor de moda en esa sociedad andina,
pero no dejaba de mirar a la muerta. Más bien, no perdía
de vista su mano enjoyada, aquella con la mancha.

Y la idea iba tomando cuerpo en su mente. Después de todo,
al menos esos anillos se los merecía, es más, le correspondían.
Tenía solo que esperar el momento oportuno, ¿pero cuándo?

La fortuna pareció sonreírle pasados unos minutos,
deparándole el momento esperado…




Este es el relato que cierra mi libro… Una particular herencia con sorpresa de ultratumba…
Podrá Emilio, el fiel mayordomo reivindicar su herencia?



No hay comentarios:

Publicar un comentario